lunes, 29 de agosto de 2016

De Caravaggio a Bernini

Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista, 1607
En el Palacio Real de Madrid se celebra la magnífica exposición, De Caravaggio a Bernini. Obras maestras del Seicento italiano en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional. Supone un espléndido recorrido por las distintas escuelas de pintura italiana conservadas en los palacios de la monarquía hispana. Desde el siglo XVII, los reyes aquirieron obras de esa nacionalidad para decoración y por su gusto personal. Los nobles y virreyes sabedores de este favor hacia la pintura les regalaron a su vez pinturas. También los gobernantes de los estados italianos les hicieron regalos como los monarcas de la Casa de Borbón siguieron engrosando las colecciones, destacando Felipe V, Isabel de Farnesio y Carlos IV.

Guido Reni, Conversión de Saulo, 1621

Esta rica muestra se compone de esculturas y pinturas que han sido de nuevo estudiadas y restauradas para la ocasión, lo que ha provocado el cambio de algunas atribuciones. Todas forman un conjunto de primera magnitud ahora accesible para el público y los investigadores, pues muchas de ellas no forman parte del recorrido de la visita pública. Tienen un sobresaliente valor artístico e histórico, y prácticamente la mitad de ellas se muestran al público por primera vez. Están organizadas en cuatro grandes apartados: I. De Bolonia a Roma; II. Caravaggio, de Roma a Nápoles, de Nápoles a España; III. El Cristo Crucificado de Bernini para Felipe IV; y IV. Esplendor barroco. Grandes palas de altar en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional.

Guercino, Lot y sus hijas, 1617

La escuela napolitana es la más representada en las Colecciones Reales, explicado por el gobierno español de ese trerritorio. Sin embargo, la visita de la exposición, por el cúmulo de obras maestras, nos permite hacernos una idea de la escuela clasicista, la originada en Bolonia, y la escuela naturalista, la que crea Caravaggio, propias del estilo barroco. De la primera tenemos pinturas de Guido Reni, como la extraordinaria, Conversión de Saulo, (1621); del Guercino, Lot y sus hijas, (1617); y Giovanni Lanfranco, Triunfo de un emperador romano con dos reyes prisioneros, terminado en 1633 por encargo de Felipe IV, para el palacio del Buen Retiro.

Velázquez, La túnica de José, hacia 1631

El visitante puede disfrutar también de La túnica de José de Diego Velázquez, que fue pintada al término del primer viaje a Italia junto a la Fragua de Vulcano y que decoraba ese palacio en 1634. Sin duda, en la exposición llama la atención la obra original de Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista, pintada hacia 1607, en la primera de sus estancias en Nápoles. Se confronta con una pintura de Fede Galizia titulada Judit con la cabeza de Holofernes, que nos destaca lo revolucionario del estilo naturalista del primer maestro. Durante la primera mitad del siglo XVII, la escuela local estuvo dominada por el valenciano José de Ribera, del cual se exponen un conjunto de obras, entre las que sobresale el famoso, Jacob y el rebaño de Labán, una pintura en la que la paleta riberesca se abre a la luminosidad, el colorido y la libertad de pincelada propia de la corriente neoveneciana.

Ribera, Jacob y el rebaño de Labán, 1632

Sus pinturas se confrontan con dos obras del napolitano, Luca Giordano, La burra de Balaam y Job en el muladar, en la que éste emula el estilo del valenciano. De esta forma, continuará su pintura y también será uno de los intérpretes del barroco ilusionista en la decoración al fresco. Su fortuna en nuestro país culminará con su llegada a la corte de Carlos II en 1692, en gran medida para decorar el monasterio de El Escorial. La obra escultórica más importante de la exposición es el Cristo Crucificado de Bernini que Felipe IV encargó para el Panteón Real de ese monasterio, y es la única de su mano para fuera de Italia que llegó a su destino. Un hecho que se produjo hacia 1655, y fue sustituido por un crucifijo de Domenico Guidi, de menor calidad, pero más dramático, siguiendo un modelo de Alessandro Algardi.

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