viernes, 23 de diciembre de 2016

Obras maestras: El entierro del conde de Orgaz


Dentro de la pintura española del siglo XVI destaca la obra del pintor cretense, Domenikos Theotocopoulos, llamado El Greco, que llegó a España desde Italia para trabajar en la decoración de El Escorial, pero su rechazo por parte del rey Felipe II, le hizo trasladarse a Toledo en 1577. Allí tendría un enorme éxito como pintor para la iglesia, como para la clientela privada, adquiriendo una gran fama como retratista. Un prestigio que decaería hasta llevarle al olvido, siendo recuperado de nuevo a principios de siglo XX, hasta la actualidad. Hoy el artista cretense aparece como uno de los grandes de la historia de la pintura española y mundial, perteneciente al ámbito del Manierismo con una actividad intelectual relevante que le hizo practicar y escribir sobre escultura y arquitectura.


Una de sus obras maestras la realizó por encargo de la parroquia de Santo Tomé de Toledo. Es el famoso, Entierro del conde de Orgaz, que representa el milagro por el cual San Esteban y San  Agustín, según la tradición, bajaron del cielo para enterrar personalmente a Gonzalo Ruiz de Toledo, fallecido en 1323, por su vida ejemplar y benefactor de la iglesia. La escena se divide en dos ámbitos, una parte terrenal, la del hecho propiamente dicho, y una que corresponde al cielo. En la terrenal, los personajes principales son los santos con amplias capas pluviales decoradas de escenas pintadas y grandes bordados dorados, que portan el cuerpo muerto del conde vestido de armadura. A la derecha, un sacerdote dirige el responso, que se ha identificado como Andrés Núñez, el párroco que encargó el cuadro. A la izquierda, un niño, que mira al espectador, es el retrato del hijo del pintor, cuya fecha de nacimiento se lee en el papel que le sale del bolsillo.


En segunda fila de la parte inferior se observan un conjunto de retratos de caballeros nobles y monjes. Entre ellos se encontraría, el del propio autor encima de San Esteban. La escena nocturna se ilumina con antorchas. En medio, un ángel asciende al cielo con el alma del conde en sus manos. También, entra en la zona celestial, la parte superior de la cruz procesional. Esta parte celestial presenta personajes a derecha e izquierda de Cristo en majestad del Juicio, en la zona más elevada. Tienen todos ellos diferentes tamaños según las distancias entre las nubes, más numerosos los de la parte derecha, la de san Juan Bautista, de mayor tamaño, entre los que se encuentra el propio rey Felipe II, que los de la izquierda, la de la Virgen María, con san Pedro detrás. Todos ellos forman un conjunto de movimiento intenso que contrasta con la solemnidad estática de la parte terrena.


La pintura es una manifestación del estilo pictórico de El Greco en plena madurez. Se inscribe dentro del Manierismo de finales del siglo XVI. En él se observan las enseñanzas que tuvo en Italia, referidas al color y al dibujo, que él los dotaría de una extraordinaria personalidad. La escena se refiere a un tiempo pasado, doscientos cincuenta años antes, pero con vestiduras de la época y personajes, algunos claramente identificados. Estos personajes principales aparecen ricamente ataviados, destacando la propia armadura del conde, también en el fondo, las cruces que identifican a nobles caballeros. Así, el milagro, aparece completamente descrito, donde la imaginación del artista mezcla realidad social de la época con la espiritualidad atemporal, ejemplaridad moral y poder celestial.

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