lunes, 12 de febrero de 2024

La pintura de Marc Chagall


 

La Fundación Mapfre organiza la exposición, CHAGALL. UN GRITO DE LIBERTAD, una extensa retrospectiva del artista ruso desde sus inicios, a lo largo de su longeva vida. Reúne más de 160 pinturas, dibujos e ilustraciones, así como revistas, folletos, fotografías y documentos de su mano hoy conservados, que el visitante puede leer en vitrinas a partir del texto original. Podemos conocer sus opiniones de los acontecimientos dramáticos que le tocó vivir. Se le podría considerar como un artista errante, migratorio, entre varios continentes y países, determinado por dos guerras mundiales y una revolución. Influye, de forma decisiva, su pertenencia a la comunidad judía. Un grupo social marginado por el gobierno de los zares en la Rusia imperial, luego reconocido por la Revolución Soviética, para pasar a ser exterminado por la Alemania nazi, en un ambiente europeo de fuerte antisemitismo. Después vendría, tras la guerra, la creación del Estado de Israel.



El artista está influenciado por las tragedias de su tiempo que destila a través de su arte. Un arte pictórico construido por el conocimiento temprano de las vanguardias que se desarrollaban en París, como el fovismo, el futurismo y el cubismo. También, de la poesía por escritores como Max Jacob, André Salmon y Guillaume Apollinaire, quien entendía su pintura como representación de lo sobrenatural. Su estilo es figurativo pero no real, sino imaginativo, lleno de símbolos y metáforas, algunas que se refieren a sí mismo como integrante de la visión. Su pueblo natal, Vítebsk, en la actual Bielorrusia, y su primitiva comunidad, las gentes, los edificios y los animales, aparecen una y otra vez. El artista creo tras la Revolución Soviética, una escuela de arte para pobres y un museo en aquella ciudad. Antes había contemplado los estragos de la Primera Guerra Mundial entre sus habitantes. Abandonaría Rusia en 1922, después de trabajar para el Teatro Nacional Judío de Moscú y la ilustración de libros escritos en yidis, su lengua materna.



Tras un breve paso por Berlín, se traslada con su familia a París en 1923. El pintor ya ha adquirido cierta notoriedad y pronto, establece contacto con el marchante Ambroise Vollard y con sus amigos artistas e intelectuales. Chagall percibe el progresivo antisemitismo de la sociedad. La incertidumbre se cierne sobre el pueblo judío. Recibirá noticias, tras el ascenso al poder de los nazis, de la quema de sus obras en Alemania por representar un arte degenerado, además de por su origen. La iconografía de su pintura alude al martirio de su pueblo. Un pueblo aislado por la persecución. Representa por entonces a un rabino que protege la Torá. El artista se resiste a salir de Europa para no abandonar sus obras. Desde EEUU, le ayudarán para salir, incluyéndolas, tras la amenaza del régimen de Vichy Comenzará, entonces, el exilio en 1941 en Nueva York. Su imaginario plástico se llena de crucifixiones que aluden a la devastación de Europa.



Marc Chagall vuelve al Viejo Continente en 1948 para instalarse en Francia a orillas del Mediterráneo. Comienza la época de los grandes encargos: un conjunto de vidrieras para la sinagoga del hospital Hadassah de Jerusalén, y los tapices y mosaicos que plasman la historia del pueblo judío para el Parlamento israelí; un proyecto de vidrieras sobre La Paz para la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, y diecisiete cuadros del Mensaje Bíblico pensados inicialmente para las Capillas del Calvario en Vence, hoy en el Museo Nacional dedicado a su figura. Un periodo de su vida que unen compromiso político y espiritualidad. Su pintura se llena de vitalismo a la par que emplea diversas técnicas, escultura, cerámica, collage, tapiz y mosaico, en su busca constante de libertad. Mantiene siempre su perspectiva humanística, su planteamiento en favor de la igualdad y la tolerancia entre todos.