sábado, 25 de noviembre de 2023

Claude Monet en Giverny


La sala de exposiciones CentroCentro organiza la muestra, MONET. OBRAS MAESTRAS DEL MUSÉE MARMOTTAN MONET, PARIS. que reúne más de 50 obras originales del autor, más fotografías ampliadas y vídeos de películas antiguas que captan al autor pintando o en espacios de inmersión con espejos. También objetos personales como sus gafas especiales con filtros o su paleta para pintar. Se organiza en 6 secciones, siendo la parte principal las obras realizadas en el jardín de su casa de Giverny en el valle del Sena donde se retiró al final de su vida. Un espacio que adquirió y luego fue ampliando donde creó un jardín con plantas orientales de influencia japonesa donde mostrará su vocación e interés por la pintura hasta su muerte en 1926, tras casi perder la vista por las cataratas. La visita comienza  con la primera sección donde nos informan de la historia del Museo Marmottan, desde su fundador el coleccionista del mismo nombre hasta adoptar la denominación de uno de los creadores del Impresionismo, por ser el lugar de recepción del legado del hijo menor del artista.






La visita no deja indiferente al aficionado a la pintura, por una parte por la posibilidad de contemplar un autor cuyas obras son escasas en España, y por otra por la calidad de las mismas. Además, podemos comprender su trayectoria artística, el culmen de su fama y su legado e influencia posterior. De esta manera, la segunda sección segunda y tercera, nos informan de lo que supuso el impresionismo, un grupo de pintores que inaugurarían una forma revolucionaria de entender la pintura, siendo Monet uno de sus fundadores y quien les dio el nombre con su cuadro Impresión, sol naciente, que realizaría en El Havre. Sin duda, junto con Renoir, el más talentoso. Llevó la práctica pictórica fuera del estudio para captar los cambios de color según la luz cambiante, lo que obligaba a una técnica más rápida de pequeñas pinceladas y lienzos de menor formato. Estos cambios fueron favorecidos por la invención de los tubos de óleos que eran más fáciles de manejar por el pintor.



Monet recorrió el país multitud de veces y viajó al extranjero, Países Bajos, Italia, y Reino Unido, Londres, buscando los efectos de la luz, motivado, además, por el desarrollo de los transportes, especialmente del ferrocarril. Así podía ir de París a la periferia repleta de paisajes con bosques y ríos. También acercarse rápidamente a la costa de Normandía captar los efectos de la luz y el mar. Le gustaba tanto la representación de los colores de las flores en primavera como la nieve en invierno en el campo o en la ciudad, matizada por la niebla y el humo de las industrias urbanas y el ferrocarril. Con los impresionistas el tema deja de ser relevante. El autor, en concreto, se centró sobre todo en paisajes alejándose de la representación del cuerpo o el retrato humano. Circunstancia que abandonaría al final del siglo XIX, para volcarse con todas su fuerzas en la representación del color y de la luz en la naturaleza.



Desde el comienzo de la década de los ochenta se asentaría en su casa jardín de Giverny según se hacía mayor. Corresponde, igualmente, con su progresivo reconocimiento oficial y entre el público. Por esos años empieza a representar su jardín de plantas exóticas, de ricos colores y formas. Una y otra vez volverá sobre el tema. Empezará una investigación centrada en el agua y los nenúfares, el puente japonés, que le llevará hasta el fin de su trayectoria. En este proceso perderá progresivamente la visión debido a unas cataratas, que no le impedirá seguir pintando a pesar que no ve de forma correcta. Es la época de los grandes lienzos que donará al Estado francés, también de un nuevo estilo, donde se pierde la composición espacial, en favor de un color según su visión defectuosa. La pincelada se hace gesto como expresión de su vocación y sensibilidad artística que no disminuye nunca su intensidad. Sus cuadros finales serán fuente de inspiración de la abstracción norteamericana años después.



La exposición, por tanto, es una oportunidad para contemplar obras maestras como El tren de la nieve. Locomotora (1875), Paseando cerca de Argenteuil, y Vétheuil en la niebla (1879); más tardíos, Nenúfares (1916-1919), Londres, el Parlamento, reflejos en el Támesis (1905), y finalmente, el Sauce llorón (1918-1919), que proporcionan un recorrido memorable sobre una de las figuras fundamentales de la historia de la pintura.




sábado, 4 de noviembre de 2023

La pintura de Eduardo Rosales


 

El Museo del Prado realiza una exposición homenaje con motivo del 150 aniversario de la muerte del pintor Eduardo Rosales de quien posé la más importante colección de oleos y dibujos. Para ello reparte sus obras más importantes en dos de sus espacios, aquellas que habitualmente reúnen sus cuadros de historia, y otra más pequeña que incluye las últimas adquisiciones. Ante el aficionado se muestra uno de los pintores más importantes de su tiempo con un estilo personal de gran modernidad. Formado en la Academia, residió y trabajó varios años en Italia y Francia, que dejaron una amplia huella en su obra. De esta manera podemos observar la influencia italiana en óleos como Estigmatización de santa Catalina de Siena a partir de Il Sodoma (1862) y Tobías y el Ángel (1858-1863). Su prolongada enfermedad, la tuberculosis, no impidió adquirir fama en las exposiciones nacionales y en las ferias internacionales donde fue galardonado. Se conservan de él numerosos dibujos, y trabajó en varios géneros: retrato, paisaje, pintura religiosa, e histórica. Será en este último donde será recordado. 



En este pequeño homenaje del Prado, podemos volver a contemplar las impresionantes, Isabel la Católica dictando su testamento (1864) y la Muerte de Lucrecia, junto a sus bocetos, donde muestra, sobre todo la segunda, la modernidad de un estilo de raíz realista que parte del conocimiento de Velázquez. Un estilo de ejecución sintética y pincelada larga y amplia que transmite de forma abocetada el dramatismo de la escena. Igualmente interesantes son las obras también de temática histórica pero de pequeño tamaño, recientemente adquiridas como Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch (1869) y Doña Juana de Castilla en los adarves del castillo de la Mota (1873). Mas conocida es la Presentación de Juan de Austria al emperador Carlos V, en Juste (1869).  El pintor, también, nos muestra sus cualidades de retratista. Dos pinturas representan la efigie de su mujer, Maximina Martínez de Pedrosa, prima suya, uno frontal de 1860 y otro, siete años después, de perfil con un vestido negro y mantilla. Eduardo Rosales fue huérfano, de origen humilde, acogido en la adolescencia por su tía materna, Antonina Martínez de Pedrosa, de quien se conserva un boceto preparatorio para su retrato.







viernes, 3 de noviembre de 2023

Judíos y conversos en la pintura medieval


El Museo del Prado organiza la exposición, EL ESPEJO PERDIDO. JUDÍOS Y CONVERSOS EN LA ESPAÑA MEDIEVAL, que reúne un conjunto de obras, pinturas, esculturas, estampas y libros iluminados sobre la imagen de estos grupos entre 1285 y 1492, un auténtico espejo que refleja los modos de ver desde la mentalidad de aquella época a otras personas o comunidades, en este caso con unas creencias religiosas diferentes, y por tanto, costumbres, que van a chocar y confrontarse según pase el tiempo. Las imágenes de retablos o de libros iluminados nos informan de una trayectoria que desembocará en la expulsión de los judíos en 1492. La muestra delimita este desarrollo en cinco apartados fundamentales. El primero se titula, Transferencias e intercambios, que nos informan de la colaboración entre las dos comunidades, de artistas para unos comitentes, en ambos sentidos.






Los cristianos eran buenos conocedores de las costumbres hebreas influenciadas por su religión. No creen en el poder de las imágenes, pero las representaciones cristianas van a utilizar el contexto de los libros bíblicos, esa convivencia, para ambientar dichas representaciones. Sin embargo, las imágenes fueron resaltando el enfrentamiento doctrinal a la par de los escritos de los teólogos. Corresponde al segundo apartado, De precursores a ciegos, que alude a la ceguera de no tener fe en la divinidad de Cristo. por tanto las imágenes pictóricos resaltarán su figura, y se crearán imágenes alegóricas que representan a la sinagoga con una venda en los ojos. En el siguiente apartado, Antijudaísmo e imágenes mediáticas, se aborda una extensa iconografía beligerante, que construyen una imagen deformada del judío como profanador y deicida. Le ven con rasgos físicos caricaturescos, de nariz aguileña, grandes mantos con capucha o gorros puntiagudos, que cometen atrocidades con la hostia o con imágenes de culto.






Este espejo refleja las creencias, miedos y ansiedades de los cristianos a finales del siglo XIV, que llevó a los grandes pogromos de la última década. Unas persecuciones y matanzas que supusieron la destrucción de los barrios judíos de las ciudades de Castilla y de Aragón. Tuvieron como consecuencia masivas conversiones al cristianismo. Sin embargo, no terminó ahí la desconfianza de los cristianos con este nuevo colectivo. Pensaban que seguían practicando sus ritos en secreto, el llamado criptojudaísmo. No le quedó más remedio que invertir en escultura y pintura cristiana para demostrar la solidez de su nueva fe. La exposición muestra una serie de obras encargadas por ellos, o creadas dentro de este ámbito, como las obras del pintor Bartolomé Bermejo. Estos aspectos pertenece al apartado, Imágenes para conversos, Imágenes de conversos.






Finalmente, el último apartado, Escenografías de la Inquisición, corresponde al último cuarto del siglo XV, después de la creación de la Inquisición española por parte de los Reyes Católicos. Un tribunal que perseguirá a los criptojudíos principalmente. Expone una serie de sambenitos, la escultura yacente del inquisidor, Pedro de Arbués, que fue muerto de forma violenta por unos herejes, y sobre todo las pinturas de Pedro Berruguete del monasterio de Santo Tomás de Ávila, perteneciente a la orden de los dominicos, encargada de la Inquisición, cuya figura más importante en aquellos años fue Torquemada. Representan a su dos santos principales, santo Domingo de Guzmán y san Pedro Mártir, que a su vez los vemos en el cuadro, la Virgen de los Reyes Católicos. La pintura, el dibujo, la estampa y la escultura, se convierten, por tanto, en espejo de la afirmación de la religión cristiana, y de los prejuicios y estigmatizaciones con otras comunidades religiosas, los judíos o musulmanes, también enemigos políticos y militares, sobre todo los segundos, en aquella época, que culminaría con su expulsión de los primeros en 1492.