martes, 31 de octubre de 2023

La arquitectura de Balkrishna Doshi


 

El Museo ICO organiza la exposición, BALKRISHNA DOSHI. ARQUITECTURA PARA TODOS, una retrospectiva sobre la figura y obra de este ganador del Premio Pritzker de 1918, que reúne diferentes materiales como maquetas, fotografías, dibujos y pinturas originales, vídeos e instalaciones de gran formato, que nos proporcionan una amplia información sobre su larga trayectoria, iniciada a comienzos de los años cincuenta hasta nuestros días. Retrata a un artista y arquitecto comprometido con su país natal después de conseguir la independencia. Tradición autóctona y modernidad se dan la mano en su obra. Tuvo como maestros al Le Corbusier y a Louis Khan, sobre todo el primero con quien trabajó en sus inicios en Francia y en la India. Su huella la podemos descubrir en su personalidad, al reivindicar los principios de interesarse por los materiales, que él trata de adaptarlos al entorno e incluso aplicados por los artesanos del lugar, el clima, fundamental, especialmente en estos momentos de cambio climático, que eleva las temperaturas y seca los ríos, y la tecnología.




El empleo del hormigón, la línea curva, los pilotes, la atención a la estructura y la función, recuerdan al maestro francés. Lo mismo que su actitud técnica y humanista, de un arquitecto como de un pintor. Pretende solucionar los graves problemas de vivienda en su país de origen, cada vez más poblado. Respeta que su cultura tiende al caos, pero no es justa las consecuencias de la desigualdad social. Apuesta por una arquitectura abierta al medio natural para que interaccione desde el punto de vista climático, también sin límites a las personas, eliminando a veces las puertas de entrada. Su estudio es la primera obra que podemos ver en la exposición. Luego su propia casa con un prodigioso diseño centralizado, organizada en distintos planos geométricos. Frente a la cerrazón, la apertura. El interés por mejorar las condiciones de las personas sin hogar, se manifiesta en el diseño urbanístico de auténticas ciudades con viviendas familiares, que los mismos propietarios pueden construir y ampliar desde el diseño base.




Su larga experiencia docente se puede relacionar con la construcción de varios centros de enseñanza superior como el Indian Institute of Management, igualmente teatros, unidos a la reordenación del espacio urbano; lugares de culto, así como, salas de exposiciones, como la innovadora, Amdavad ni Gufa, cuyas techumbres podemos apreciar en detalle, en los espacios de la muestra madrileña. La arquitectura de Doshi sugiere al visitante un trabajo humanista de compromiso social y medioambiental. Tolerancia, humildad, cooperación, caracterizan sus formas constructivas enfocadas a mejorar la vida de sus gentes. Su edificios parten desde lo más sencillo y elemental, Desde estos cimientos se construye el arte con mayúsculas y el alto conocimiento, abierto a todo tipo de gentes, sin discriminación de ningún tipo. Los objetivos del arquitecto, artista y filósofo que encarna Doshi quedan claros a nuestros ojos, una vida digna del ser humano junto al respeto de la naturaleza.



jueves, 19 de octubre de 2023

La pintura de Luis Fernández


 

La Fundación María Cristina Masaveu Peterson organiza la exposición, LUIS FERNÁNDEZ, una retrospectiva sobre la obra de este artista asturiano que pasaría la mayor parte de su vida en Francia hasta su muerte en 1973. Aunque se formó en España, encontró su sitio en el mundo de la pintura en el país galo, donde su obra fue bien recibida por el mercado. Regresó a su país natal en los años treinta durante la Guerra Civil, mostrando su compromiso con los ideales republicanos. La presente muestra constituye una extensa retrospectiva que recorre su trayectoria en 7 etapas, compuesta de dibujos, pinturas, y documentos personales. La primera de ellas corresponde a sus inicios, entre 1900 y 1924, principalmente durante su formación en Barcelona. A París llegó en 1924, donde poco tiempo después se casaría y decantaría el estilo de su obra hacia la abstracción, hasta 1934, formando parte de distintos grupos que le aproximarían a artistas como Piet Mondrian y Theo van Doesburg.




En los siguientes dos años se dejaría influenciar por las formas orgánicas procedentes del otro movimiento en boga, además del constructivismo, que es el surrealismo. Se trata de un periodo de síntesis, desde el que evolucionaría tras el conocimiento de Sigmund Freud, y la relación con André Breton y Paul Éluard, hasta esta corriente que explora el mundo del subconsciente a través de los sueños y la imaginación. Un periodo que llegaría hasta 1939, caracterizado por sus representaciones de anamorfosis y los cuadros eróticos, temas tratados con violenta expresividad, muy propios de los acontecimientos vividos en aquel tiempo. Por otra parte, a mediados de los años treinta se había hecho amigo de Pablo Picasso, lo que supuso que sus pinturas recibiesen una fuerte influencia del genio malagueño, entre finales de esa década y principios de la siguiente. El término de la guerra mundial supuso un cambio substancial en el mundo artístico parisino. Luis Fernández iniciaría su etapa poscubista entre 1945 y 1952, que constituye el núcleo más importante de sus obras, encuadradas en tres géneros: naturalezas muertas, retratos y paisajes.




Sin embargo, el periodo de mayor esplendor artístico corresponde a partir de 1952, una etapa de madurez que llegaría hasta 1970. En ella, crearía un estilo que se va a identificar como el suyo propio. Un estilo de síntesis entre el arte contemporáneo y los maestros del pasado, donde se une el verismo del tema, despojado y depurado, junto a un contenido espiritual, una visión intelectualizada del mismo. Luis Fernández creará en este periodo series de cuadros sobre el mismo motivo: una rosa en un vaso, otra sobre una mesa, un cráneo, una vista marina, un barco encallado, conejos, caballos, bueyes, una pareja de palomas o un cráneo con velas. Algunos temas aluden a la muerte, otros se encuentran llenos de religiosidad. La rosa alude a la perfección y la belleza formal. La luz de la vela a la creatividad. En su etapa final, 1970-1973, el artista incide en las constantes de su periodo de madurez, en lo que respecta a la depuración formal, que parece llevarle a la abstracción geométrica, caracterizada por rigor lineal y cromático. 




miércoles, 18 de octubre de 2023

Bodegones y floreros barrocos e ilustrados


 

Llega a Madrid la exposición, COLECCIÓN MASAVEU. OBJETO Y NATURALEZA. BODEGONES Y FLOREROS DE LOS SIGLOS XVII-XVIII, que reúne una selección de obras de este género provenientes de esta fundación, más aquellas que fueron propiedad del hermano de la titular, ahora en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Ángel Aterido, comisario de la muestra, ha querido mostrar la evolución de esta categoría de obras desde su inicio, a finales del siglo XVI,  hasta el término de la Edad Moderna. Para ello se vale de la riqueza del conjunto, con piezas singulares adquiridas con gusto y conocimiento tanto en el mercado español como internacional. Recordar que el bodegón o naturaleza muerta es un género propiamente barroco, que atiende a la representación naturalista de las calidades de las cosas, determinada por el claroscuro. En general, la evolución de los mismos, transcurre de la simplicidad y la composición ordenada, a la exuberancia de las formas y el color, para acabar en el didactismo del mundo de la Ilustración.



Aunque los grandes artistas de nuestro Siglo de Oro, les sobraba habilidad para su representación, los pintores de los cuales se ha conservado obra de este género, podemos clasificarles como especialistas en el mismo, dedicados a la representación de frutas, flores, bebidas o animales cazados, además de pasteles y dulces. Denotan, en general, una técnica específica en la representación de las superficies de los objetos y las texturas de los vegetales. Demuestran un conocimiento particular en la caracterización de los distintos tipos de flores, que no coinciden incluso en su época de floración. Siguiendo el recorrido de la exposición, podemos observar como en algún caso, el de Juan de Arellano, se introduce en el lienzo alegorías, en este caso, sobre los sentidos del ser humano, además de escenas religiosas. La nobleza y los reyes tan aficionados a la pintura en este periodo dedicaron un espacio determinado en sus suntuosos salones para estos cuadros que interpelan al espectador por la relación entre el Arte y la Naturaleza.



El recorrido que propone el comisario nos hace descubrir piezas únicas y de autores con pocas obras conservadas. Son los casos del Bodegón con objetos de orfebrería (1624) de Juan Bautista Espinosa, y otro de Ignacio Arias con un cordero y un cabrito cuya firma ha aparecido en su reciente restauración. También nos llama la atención que no se circunscriben a los dos centros artísticos preponderantes en la época, Madrid y Sevilla, sino a otros igualmente significativos como los de Valencia, representado por las obras de Tomas Hiepes, y Zaragoza, con un conjunto de obras de Bernardo Polo. Una de las piezas únicas, a la vez de maestra, corresponde al Bodegón con cesto de frutas, melocotones, granadas y bernegal (1643), de Juan de Zurbarán, un prestigioso pintor de este género que podría emular a los realizados por su padre, Francisco. Finalmente, la muestra termina en la sala que reúne dos conjuntos, uno del madrileño Juan de Arellano y su taller, en el cual destaca, Florero de cristal y frutas (1668), y  otro, el de Luis Meléndez, en la mejor tradición española, que destaca por su precisión técnica y la composición de los elementos expuestos, según los principios de la Ilustración.



jueves, 5 de octubre de 2023

La escultura de Medardo Rosso


 

La Fundación Mapfre organiza la exposición, MEDARDO ROSSO. PIONERO DE LA ESCULTURA MODERNA, una muestra extraordinaria por su coherencia y ponderación en mostrar la obra de este escultor italiano de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que fue incomprendido en su tiempo, y que va a resultar precursor de los caminos que va a seguir la escultura contemporánea. Situada en el primer piso de la sala de exposiciones, reúne ejemplos de su obra en distintos materiales, fotografías y dibujos. Al visitante le sorprende la tendencia de investigación constante del artista. Sobre unos temas puntuales, el artista inicia una búsqueda que plasma con ligeras variaciones, donde importa el tipo de material. Utiliza, además, la fotografía como recurso expresivo para investigar sobre su propia obra. Supera la búsqueda de la belleza ideal de la escultura clásica, incluso el naturalismo y el realismo, que le pudiera atraer en favor de la expresión de las emociones, que provoca la desmaterialización de los perfiles. Tiene presente la luz y el punto de vista único, inserto en un espacio determinado.



El espectador puede contemplar, por tanto, la obra más avanzada e innovadora de Medardo Rosso, unos trescientos ejemplos, que se adelantaron a las aportaciones de Brancusi, Giacometti o Lucio Fontana años después. No fue un artista aislado del acontecer de su tiempo, sino en contacto con intelectuales y artistas, especialmente en París, donde se trasladó en 1889. Allí estivo relacionado con Amedeo Modigliani y el pintor impresionista, Edgar Degas, además con el escultor más famoso de su época, Rodin, que le influyó y le eclipsaría. Apollinaire destacaría este hecho como injusto, conociendo el talento del italiano. Algunos de sus coleccionistas o mecenas, junto a sus familias, son modelos para sus obras, pero sobre todo la gente humilde y común, protagonista de nuestro mundo cambiante. De ahí surgen los temas que llevaría a tratar una y otra vez, como hemos dicho en diversos materiales y fotografías, que son impresiones o sensaciones que el autor lleva de forma particular a la materia, lo que provoca un proceso de desmaterialización y de investigación en el espacio y la luz.



Para Rosso lo importante es el proceso artístico que le lleva a valorar de forma similar el resultado una y otra vez, sin importar si la escultura está realizada en yeso, cera o bronce, o capturada con imágenes fotográficas. Un proceso donde rompe las divisiones clásicas de las disciplinas artísticas entre escultura, pintura y fotografía, lo que hace que su escultura esté influida por esa ruptura. Por otra parte, la figura del niño es recurrente entre sus temas: Niño enfermo (1893), Niño tomando el pecho (1889), Niño al sol (1891-1892), y sobre todo por su número de reproducciones, Niño hebreo (1893). Otros se centran en mujeres protagonistas de su vida cotidiana: La portera (1893), Carne de otros (1883-1884), Mujer riendo (1890), y la Señora Noblet (1897). También impresiones de hombres, como Corredor de apuestas (1894), donde su postura inclinada sugiere movimiento, de tal forma que se ha puesto como precedente de la obra de Umberto Boccioni. Lo mismo que el retrato de Henri Rouart (1889), puede anteceder a las formas de Giacometti, por la desproporción entre la cabeza y el cuerpo.



Rosso, igualmente, realizó grupos escultóricos. La primera expuesta es Impresión de ómnibus (1884-1885), y los dos últimos, La conversación (1896-1899) y Paris de noche (1896). Finalmente, podemos contemplar, entre las obras escultóricas, varias series de sus dibujos, realizados a lápiz, como una forma rápida de capturar sus impresiones de la vida urbana, de sus calles y personajes caminando, de parques, y paisajes montañosos, según sus condiciones ambientales. Son rápidos bocetos que algunas veces llegan pierden la forma  reconocible y se aproximan a la abstracción. En general, la exposición proporciona al visitante un conocimiento preciso de la capacidad creativa del artista a través de un conjunto de obras escogidas con sentido, que no le dejan impasible.