jueves, 23 de marzo de 2023

La escultura de Juan Muñoz


 

En la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid se muestra la exposición, JUAN MUÑOZ. TODO LO QUE VEO ME SOBREVIVIRÁ, a propósito de una cita de la poeta rusa, Anna Ajmátova, que el artista recogió en un cuaderno de preparación para su gran exposición en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres en 2001, momento culminante de su carrera, poco antes de morir ese año. La presente cita conmemora el 70 aniversario de su nacimiento de este madrileño que se convertirá de uno de los más importantes artistas europeos de la segunda mitad del siglo XX. Reúne obras de su trayectoria desde finales de los años ochenta y la última década de los noventa. Lo hace de manera precisa y aparentemente sencilla que cautiva al visitante dentro del magnífico espacio neobarroco del edificio construido por Antonio Palacios.



Las claves del artista, formado en Londres y Nueva York, muy exigentes con el espacio expositivo, y que reflexionan sobre la condición humana y la realidad, las observamos en el recorrido, porque la arquitectura, es un elemento esencial de su preocupación. Un recorrido que se inicia con la obra Dos centinelas sobre suelo óptico (1990), unas auténticas sombras o siluetas vigilantes de sí mismos, seguida por Carpet Piece III (1993), compuesta por tres figuras enrolladas en alfombras, otro tipo de suelo, que parecen atraparlos. Después de entrar en el gran espacio central baja del edificio, nos encontramos con dos balconadas en cada una de las paredes del mismo, Balcony (1991) y Nimes Balcony (1994) que no tienen ninguna figura humana, solo la barandillas, para estimular nuestra imaginación.



La figura humana juega un papel esencial en su obra escultórica. Corresponden en cierto modo al espacio barroco de carácter teatral. Pueden ser con anomalías o copias exactas. En el recorrido nos encontramos dos obras con enanos, que sigue la tradición figurativa de Velázquez de representar estos personajes que divertían a la corte. Así, una mujer frente al espejo, Sara with Blue Dress (1996), que supone una reflexión sobre la imagen, pues solo es azul frente al mismo, y a la vez introduce al espectador en su ámbito, al podérsele acercar y ser reflejado. Igualmente, la espectacular, Schwelle, Umbral, (1991), donde un hombre enano se encuentra frente a un pórtico de columnas salomónicas como esperando a entrar, que bien puede hacerlo, sin embargo, el visitante fácilmente, incorporándose a este tramposo juego, como el que representa la mesa de naipes cercana, Table with Hod-Out (1994), con un mecanismo para hacer trampas.



La obra más importante de la exposición ocupa el espacio central del primer piso, denominada Plaza (1996), y agrupa 27 personajes asiáticos, que Muñoz llamaba chinos, todos vestidos igual y sin pies, que parecen socializar entre ellos mediante la sonrisa, ajenos al mundo que les rodea, a la existencia nuestra que interactúa con la figurativa que ellos representan, con extrañeza y sorpresa. Esta simulación e interacción la observamos en el primer piso con otra figura con máscara frente al espejo, Allo specchio (1997). En el mismo espacio nos encontramos la obra, Two Seated on the Wall (2001), de dos personajes sentados en sillas colgadas en la pared, Se encuentran riéndose entre ellos, y tienen el rostro del hermano del artista. Finalmente, entre las obras figurativas, destacaría la escultura suspendida del techo, Con la corda alla boca (1997), que es un homenaje a la trapecista que aparece en la obra de Edgar Degas, Mademoiselle La La au cirque Fernando, de una acróbata suspendida de una cuerda que agarra con sus dientes, que expresa dramatismo, y como otras obras suyas, más tristeza que belleza, y sentimientos de angustia por la soledad y la incomunicación.


miércoles, 8 de marzo de 2023

La colección Masaveu de pintura española del siglo XIX


El paseo del arte madrileño se puede completar estos días por la exposición, LA PINTURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX. DE GOYA AL MODERNISMO, en la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, que reúne una selección de 117 pinturas de este periodo de la plástica de nuestro país. Un conjunto que destaca, además de por su número, por su calidad, que nos informa de la evolución entre finales del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX. Se distribuye en 13 salas que comprenden 5 secciones. La primera se titula, De la Ilustración al Romanticismo, que parte de obras de Goya y Agustín Esteve, seguida por autores del neoclasicismo como Zacarías González Velázquez, y ya en la primera mitad del siglo XIX, por Vicente López. Dos pintores destacan en el romanticismo, Antonio María Esquivel y Federico de Madrazo, extraordinario retratista. Da termino a esta sección los paisajes de Sevilla de Manuel Barrón, y la obra de Eugenio Lucas, inspirada por el maestro aragonés.



La segunda sección se denomina, El último tercio del siglo, que presenta corrientes y géneros de orientación distinta, unas más conservadoras como el género histórico y otras de abierta modernidad, que corresponde a los paisajistas, entre los que sobresalen destacados pintores como Martín Rico, Carlos de Haes, Aureliano de Beruete, Agustín de Riancho y hasta el mismo Fortuny. La sección se completa con el naturalismo expresado en motivos relacionados con el trabajo en la industria, el mar y el campo, donde destaca Luis Menéndez Pidal. La colección muestra claro interés en algunos autores como más próximos a uno de los criterios del coleccionista. Uno de ellos en Joaquín Sorolla que reúne 25 obras dentro de la sección que lleva su nombre y se titula, El triunfo del color y de la luz. Podemos así deducir cuáles son esos criterios, a los que se añadiría, el gusto por la ejecución amplia, así como una materia pictórica muy rica, en palabras del comisario de la exposición Javier Barón. Preside el conjunto, una copia realizada del retrato de Mariana de Austria de Velázquez, lo termina, otro de gran tamaño de la familia numerosa de don Rafael Errázuriz, lo completa, numerosas obras de escenas al lado del mar.



La cuarta sección se titula, La renovación de la pintura española al final del siglo, que presenta las influencias de diversas corrientes de la pintura europea como el simbolismo, el impresionismo y el postimpresionismo. Todo ello en un contexto de regeneracionismo relacionado con la llamada Crisis del 98. Descubrimos, así, magníficos ejemplos de pintores como Darío de Regoyos, Francisco Iturrino, Ignacio Zuloaga y Juan de Echeverría. Además algún ejemplo de Valentín de Zubiarre, Evaristo Valle y Julio Romero de Torres. Finalmente, la quinta sección, denominada, El modernismo y el postmoderniso en Cataluña, donde observamos obras sobresalientes de Santiago Rusiñol, Isidro Nonell, y Anglada-Camarasa, lo que puede subrayar el interés expreso del coleccionista, que muestra además sus preferencias por los grandes formatos de las pinturas, adquiridas en el mercado internacional de Londres o Nueva York, impensables encontrarlas por su calidad en el territorio español.


sábado, 4 de marzo de 2023

La pintura de Leonora Carrington


 

En estos días que nos acercamos a la festividad del Día Internacional de la Mujer del 8 marzo, la exposición antológica que exhibe la Fundación Mapfre de Madrid, LEONORA CARRINGTON. REVELACIÓN, y en plena reivindicación del feminismo, resulta de lo más oportuna. Además por la ausencia de muchas mujeres artistas en la historia del arte, y en las grandes exposiciones que realizan las entidades culturales. La artista británica, que pasó la mayor parte de su vida tras el exilio de la guerra mundial, desarrolló parte su obra dentro del mundo hispánico, y su biografía la hizo convivir con artistas que huyeron de Europa por las mismas causas. La exposición trae por primera vez a España un conjunto numeroso de sus pinturas, dibujos y escritos, para darnos a conocer la importancia de su actividad artística.



Después de ver la amplia antológica de su obra a lo largo de su longeva vida, estamos de acuerdo de entender su constante producción creativa como una auténtica revelación y una iluminación constante que se adelantó al futuro. Esta trayectoria estuvo influenciada por las circunstancias vitales. Nacida en una familia acomodada, de joven se interesó más por los cuentos y la literatura fantástica que por la educación formal. Igualmente, por los relatos orales que le contaba su madre y su niñera de origen irlandés. Pronto dirigió sus estudios hacia el arte, primero en Florencia, luego en París y Londres, donde entraría en contacto con el movimiento surrealista. De la mano de Max Ernst, huye de su familia, y se instala en el sur de Francia, y allí lleva a cabo junto a su mentor su primera actividad artística centrada sobre todo en la escritura. 



El estallido de la guerra mundial, le hace de nuevo huir fuera de Europa. En el viaje a Lisboa es agredida sexualmente en Madrid. Las consecuencias le llevarían a pasar un año recluida en un hospital psiquiátrico en Santander. Tras su recuperación, parte a Nueva York en 1941, donde entra en contacto con el grupo surrealista de nuevo, impulsado por André Bretón y Marcel Duchamp. Finalmente, se asentará en México en 1943, formando un nuevo grupo creativo junto a su reciente marido, el fotógrafo Emerico Chiki Weisz, los también fotógrafos Kati Horna, esposa del escultor español, José Horna, la pintora Remedios Baró y el poeta Benjamín Peret. Desde este momento desarrollará su polifacética labor artística, cuya trayectoria total la exposición organiza en 10 secciones. Las tres primeras son anteriores a la llegada a EEUU, que comprenden los primeros escritos y acuarelas que revelan un mundo fantástico, extraído de su formación y lecturas de la infancia; la huida junto a Max Ernst, al sur de Francia, retratada por la fotógrafa Lee Miller; y la estancia traumática en España, mostrada en su relato, Memorias de abajo.



Las siete secciones restantes aluden a los componentes esenciales de su obra influenciados por la experiencia de la vida y sus inquietudes intelectuales. Como dijo su mecenas y amigo en México, el aristócrata, Edward James, sus pinturas no sólo están pintadas, sino elaboradas como una hechicera a medianoche, expresión de la líbido y el subconsciente Universal. De esta manera, un tema de su obra, de su iconografía, se relaciona con los saberes arcanos y las artes adivinatorias; otro, se integra con la feminismo que Carrington reivindica a partir de los años sesenta, apostando por la complementariedad de los sexos. Una condición femenina unida a una comprensión y respeto por la naturaleza. Su estudio descubre una riqueza cultural oculta que muestra a la mujer como deidad, no como un género culpable susceptible de ser oprimido. Finalmente su interés, por las mitologías antiguas de México.