martes, 17 de marzo de 2015

La visita al Museo del Prado

El pasado día 12 de marzo los alumnos de Historia del Arte visitaron el Museo del Prado. Durante una hora y media hicimos un recorrido entorno a un conjunto de obras, principalmente de pintura del Renacimiento y el Barroco. Partimos de dos grandes maestros, Rafael y Leonardo da Vinci, para pasar a tres autores españoles del siglo XVI: Fernando Yañez de la Almedina, Juan de Juanes y Luis de Morales. Entre los dos estilos tomamos el contacto con la obra del Greco. Desde este momento la visita se planteó como una introducción a la pintura barroca, primeramente y luego, a los ejemplos de tres artistas de nuestro país: José de Ribera, Francisco de Zurbarán y Diego Velázquez.

La Mona Lisa, Anónimo, copia antigua, 1503-1519
La secuencia de obras del recorrido fueron las siguientes: del Renacimiento, El pasmo de Sicilia de Rafael; La Mona Lisa copia de Leonardo; Santa Catalina de Fernando Yañez; La Última Cena de Juan de Juanes; La Virgen y el Niño de Luis de Morales; La Trinidad del Greco, y El caballero de la mano en el pecho del mismo autor. En el camino conocimos en la rotonda de la puerta de Goya, El Carlos V y el Furor, escultura de los Leoni. Del Barroco: David vencedor de Goliat, de Caravaggio; La Trinidad, El martirio de San Felipe, de Ribera; la Aparición de San Pedro a San Pedro Nolasco, la Defensa de Cádiz contra los ingleses, y el Agnus Dei de Zurbarán.

David vencedor de Goliat, Caravaggio, 1600
Una dedicación particular fue la destinada a la obra de Diego Velázquez, cuyo conjunto de pinturas son las joyas del museo. En primer lugar a la faceta como retratista, luego como pintor de mitologías. Conocimos la evolución de su estilo, desde los ejemplos de juventud, hasta la cima de su carrera, represenada por Las Meninas y Las Hilanderas. Desde la influencia tenebrista, hasta la maestría en la captación de la atmósfera mediante el uso de la perspectiva aérea. Al final de la visita, cada alumno seleccionó tres obras con sus características y llevó al Twitter alguna de sus impresiones en #ha2y.

Las hilanderas, Diego Velázquez, 1655-1600

domingo, 15 de marzo de 2015

Dos obras maestras de pintura barroca

Tentación de Santo Tomás de Aquino, Velázquez, Museo Diocesano de Orihuela, 1632
La exposición A SU IMAGEN. ARTE, CULTURA Y RELIGIÓN, que se exhibe en el centro Fernán Gómez del Ayuntamiento de Madrid reúne un conjunto de obras de arte de pintura y escultura provenientes de museos y colecciones privadas. Debido a este origen muchas de ellas son difíciles de ver por el gran público. La muestra tiene un importante componente religioso al ser organizada por la Conferencia Episcopal Española y el Arzobispado de Madrid. El aspecto artístico resulta relevante en un conjunto de obras. Ahora que estamos a punto de iniciar el estudio de la pintura barroca destacaría dos ejemplos sobresalientes: la Tentación de Santo Tomás de Aquino, de Velázquez y la llamada, In Ictu Oculi, de Valdés Leal.


Se cree que la Tentación fue pintada por Velázquez después de su primer viaje a Italia. Llegó al Real Colegio de Santo Domingo en 1633 como donativo de Fray Antonio de Santo Domingo, confesor de Felipe IV y protector del mismo. El estilo del pintor sevillano corresponde a ese momento en el que el autor ha estado en contacto con el clasicismo en Italia, una huella que se observa también en La Fragua de Vulcano (1630). Capta el momento preciso en el que el santo logra superar la tentación provocada por una mujer, confortado por dos ángeles, que van a premiar su castidad. Destaca sobre todo la belleza espacial. Un primer plano con el leño encendido y los libros; un segundo con tres personajes formando un aspa cuyo centro es la cabeza del santo; y un tercero, con la puerta abierta y la mujer tentadora que huye.


In Ictu Oculi, Juan Valdés Leal, 1671
El título de la obra de Valdés Leal, In Ictu Oculi, corresponde a un texto de San Pablo. Fue pintada para la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla en 1671, dentro de un programa iconográfico establecido por su fundador, Miguel de Mañara. Forma pareja con otra pintura del sotocoro, Finis Gloriae Mundi. El significado de la misma alude a la fugacidad de los méritos, los cargos y el conocimiento humano que no se pueden sobreponer a la llegada de la muerte, que en un instante apaga la llama de la vida. El artista muestra un estilo plenamente barroco. Valora el contraste entre la luz y la oscuridad para ser más efectivo el mensaje para aquellos aristócratas, los miembros de la hermandad, que debían entregar sus esfuerzos a la caridad. De la misma manera, la captación adecuada de las texturas de los objetos, por el empleo preciso del color. Éstos de manera dinámica se esparcen en un primer nivel a los que acompaña la alegoría de la muerte en forma de esqueleto adaptándose al espacio, al marco superior curvo.

domingo, 8 de marzo de 2015

El Greco, retratista

El caballero de la mano en el pecho, Museo del Prado
Acabamos de tratar en clase la pintura del Renacimiento español en la que destaca la obra del Greco desde que salió de Roma en 1576. Un pintor que pretendía asentarse en la corte española que por aquella época necesitaba el trabajo de un número elevado de artistas para decorar El Escorial. Rechazado por el rey Felipe II, que no le gustó la manera con la que trató el tema del Martirio de San Mauricio, decidió establecrse en la ciudad de Toledo, donde adquirió gran fama y recibió numerosos encargos de las instituciones religiosas.  Aunque el número de composiciones de esta temática son más abundantes que los retratos, éstos no desmerecen en el conjunto de su obra y en el prestigio del artista.

Retrato de Jerónimo de Ceballos, Museo del Prado
El artista fue un hombre culto de refinada cultura  humanistica, que conoció a los artistas venecianos más importante del momento, Tiziano, Tintoretto y Veronés, así como romanos, Federico Zuccaro, entre otros, y la obra de los grandes maestros, Rafael y Miguel Ángel. Las relaciones sociales creadas en Italia, le sirvieron de experiencia para establecer otras nuevas, y de igual o mayor influencia en España, para obtener los encargos de prelados e intelectuales del momento atraidos por el prestigio del artista cretense. De la misma forma que decoraba las iglesias y los monasterios de Toledo y provincia, retrataba a los personajes más sobresalientes de la nobleza.

Caballero anciano, Museo del Prado
En el cómputo de la obra del Greco podemos destacar un conjunto de retratos significativos. El que le ha dado fama ha sido, el llamado Caballero de la mano en el pecho, pintado en 1580. Un retrato de medio cuerpo, en el que el retratado se lleva la mano derecha al pecho y la otra, oculta sostiene una espada. La figura iluminada destaca sobre un fondo neutro y sigue la moda de vestir española de finales de los años setenta. La técnica y la composición le emparentan con modelos de la pintura italiana del Renacimiento, especialmente la pintura veneciana, de la cual el artista valorará la importancia del color. Hoy se ha querido ver la identidad del tercer marqués de Montemayor, Juan de Silva y de Ribera, Alcaide del Alcázar de Toledo y notario mayor del reino, como la del representado. 

Retrato de  un cardenal, The Metropolitan Museum
En los retratos el artista muestra su faceta más realista con una captación adecuada de los caractéres, sin perder la dignidad y el refinamiento del manierismo. La moda sobria en la representación del retratado la observamos también en otros ejemplos de obras expuestas en el Museo del Prado: Retrato de un Médico (1582-1585), y sobre todo, los retratos de Caballero Anciano (1587-1600), cuya tipología es el busto corto, de gran precisión y sencillez, y el de Jerónimo de Cevallos (1613), prestigioso abogado de Toledo, representado con refinada técnica al servicio de la inquietud intelectual.


Fray Hortesion Felix de Paravichino, Boston
Otros dos ejemplos muestran la calidad del estilo del artista en este género: Retrato de un Cardenal (hacia 1600), tal vez de Bernardo de Sandoval y Rojas, que fue arzobispo de Toledo entre 1599 y 1618; y el Retrato de Fray Hortensio de Paravicino (1609), profesor de retórica en la universidad de Salamanca y amigo y admirador del Greco, que escribió cuatro sonetos de elogio a su muerte, entre ellos: Creta le dio la vida y los pinceles/ Toledo mejor patria donde empieza/ a lograr con la muerte eternidades.