domingo, 8 de marzo de 2015

El Greco, retratista

El caballero de la mano en el pecho, Museo del Prado
Acabamos de tratar en clase la pintura del Renacimiento español en la que destaca la obra del Greco desde que salió de Roma en 1576. Un pintor que pretendía asentarse en la corte española que por aquella época necesitaba el trabajo de un número elevado de artistas para decorar El Escorial. Rechazado por el rey Felipe II, que no le gustó la manera con la que trató el tema del Martirio de San Mauricio, decidió establecrse en la ciudad de Toledo, donde adquirió gran fama y recibió numerosos encargos de las instituciones religiosas.  Aunque el número de composiciones de esta temática son más abundantes que los retratos, éstos no desmerecen en el conjunto de su obra y en el prestigio del artista.

Retrato de Jerónimo de Ceballos, Museo del Prado
El artista fue un hombre culto de refinada cultura  humanistica, que conoció a los artistas venecianos más importante del momento, Tiziano, Tintoretto y Veronés, así como romanos, Federico Zuccaro, entre otros, y la obra de los grandes maestros, Rafael y Miguel Ángel. Las relaciones sociales creadas en Italia, le sirvieron de experiencia para establecer otras nuevas, y de igual o mayor influencia en España, para obtener los encargos de prelados e intelectuales del momento atraidos por el prestigio del artista cretense. De la misma forma que decoraba las iglesias y los monasterios de Toledo y provincia, retrataba a los personajes más sobresalientes de la nobleza.

Caballero anciano, Museo del Prado
En el cómputo de la obra del Greco podemos destacar un conjunto de retratos significativos. El que le ha dado fama ha sido, el llamado Caballero de la mano en el pecho, pintado en 1580. Un retrato de medio cuerpo, en el que el retratado se lleva la mano derecha al pecho y la otra, oculta sostiene una espada. La figura iluminada destaca sobre un fondo neutro y sigue la moda de vestir española de finales de los años setenta. La técnica y la composición le emparentan con modelos de la pintura italiana del Renacimiento, especialmente la pintura veneciana, de la cual el artista valorará la importancia del color. Hoy se ha querido ver la identidad del tercer marqués de Montemayor, Juan de Silva y de Ribera, Alcaide del Alcázar de Toledo y notario mayor del reino, como la del representado. 

Retrato de  un cardenal, The Metropolitan Museum
En los retratos el artista muestra su faceta más realista con una captación adecuada de los caractéres, sin perder la dignidad y el refinamiento del manierismo. La moda sobria en la representación del retratado la observamos también en otros ejemplos de obras expuestas en el Museo del Prado: Retrato de un Médico (1582-1585), y sobre todo, los retratos de Caballero Anciano (1587-1600), cuya tipología es el busto corto, de gran precisión y sencillez, y el de Jerónimo de Cevallos (1613), prestigioso abogado de Toledo, representado con refinada técnica al servicio de la inquietud intelectual.


Fray Hortesion Felix de Paravichino, Boston
Otros dos ejemplos muestran la calidad del estilo del artista en este género: Retrato de un Cardenal (hacia 1600), tal vez de Bernardo de Sandoval y Rojas, que fue arzobispo de Toledo entre 1599 y 1618; y el Retrato de Fray Hortensio de Paravicino (1609), profesor de retórica en la universidad de Salamanca y amigo y admirador del Greco, que escribió cuatro sonetos de elogio a su muerte, entre ellos: Creta le dio la vida y los pinceles/ Toledo mejor patria donde empieza/ a lograr con la muerte eternidades.

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