miércoles, 18 de octubre de 2023

Bodegones y floreros barrocos e ilustrados


 

Llega a Madrid la exposición, COLECCIÓN MASAVEU. OBJETO Y NATURALEZA. BODEGONES Y FLOREROS DE LOS SIGLOS XVII-XVIII, que reúne una selección de obras de este género provenientes de esta fundación, más aquellas que fueron propiedad del hermano de la titular, ahora en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Ángel Aterido, comisario de la muestra, ha querido mostrar la evolución de esta categoría de obras desde su inicio, a finales del siglo XVI,  hasta el término de la Edad Moderna. Para ello se vale de la riqueza del conjunto, con piezas singulares adquiridas con gusto y conocimiento tanto en el mercado español como internacional. Recordar que el bodegón o naturaleza muerta es un género propiamente barroco, que atiende a la representación naturalista de las calidades de las cosas, determinada por el claroscuro. En general, la evolución de los mismos, transcurre de la simplicidad y la composición ordenada, a la exuberancia de las formas y el color, para acabar en el didactismo del mundo de la Ilustración.



Aunque los grandes artistas de nuestro Siglo de Oro, les sobraba habilidad para su representación, los pintores de los cuales se ha conservado obra de este género, podemos clasificarles como especialistas en el mismo, dedicados a la representación de frutas, flores, bebidas o animales cazados, además de pasteles y dulces. Denotan, en general, una técnica específica en la representación de las superficies de los objetos y las texturas de los vegetales. Demuestran un conocimiento particular en la caracterización de los distintos tipos de flores, que no coinciden incluso en su época de floración. Siguiendo el recorrido de la exposición, podemos observar como en algún caso, el de Juan de Arellano, se introduce en el lienzo alegorías, en este caso, sobre los sentidos del ser humano, además de escenas religiosas. La nobleza y los reyes tan aficionados a la pintura en este periodo dedicaron un espacio determinado en sus suntuosos salones para estos cuadros que interpelan al espectador por la relación entre el Arte y la Naturaleza.



El recorrido que propone el comisario nos hace descubrir piezas únicas y de autores con pocas obras conservadas. Son los casos del Bodegón con objetos de orfebrería (1624) de Juan Bautista Espinosa, y otro de Ignacio Arias con un cordero y un cabrito cuya firma ha aparecido en su reciente restauración. También nos llama la atención que no se circunscriben a los dos centros artísticos preponderantes en la época, Madrid y Sevilla, sino a otros igualmente significativos como los de Valencia, representado por las obras de Tomas Hiepes, y Zaragoza, con un conjunto de obras de Bernardo Polo. Una de las piezas únicas, a la vez de maestra, corresponde al Bodegón con cesto de frutas, melocotones, granadas y bernegal (1643), de Juan de Zurbarán, un prestigioso pintor de este género que podría emular a los realizados por su padre, Francisco. Finalmente, la muestra termina en la sala que reúne dos conjuntos, uno del madrileño Juan de Arellano y su taller, en el cual destaca, Florero de cristal y frutas (1668), y  otro, el de Luis Meléndez, en la mejor tradición española, que destaca por su precisión técnica y la composición de los elementos expuestos, según los principios de la Ilustración.



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