jueves, 19 de octubre de 2023

La pintura de Luis Fernández


 

La Fundación María Cristina Masaveu Peterson organiza la exposición, LUIS FERNÁNDEZ, una retrospectiva sobre la obra de este artista asturiano que pasaría la mayor parte de su vida en Francia hasta su muerte en 1973. Aunque se formó en España, encontró su sitio en el mundo de la pintura en el país galo, donde su obra fue bien recibida por el mercado. Regresó a su país natal en los años treinta durante la Guerra Civil, mostrando su compromiso con los ideales republicanos. La presente muestra constituye una extensa retrospectiva que recorre su trayectoria en 7 etapas, compuesta de dibujos, pinturas, y documentos personales. La primera de ellas corresponde a sus inicios, entre 1900 y 1924, principalmente durante su formación en Barcelona. A París llegó en 1924, donde poco tiempo después se casaría y decantaría el estilo de su obra hacia la abstracción, hasta 1934, formando parte de distintos grupos que le aproximarían a artistas como Piet Mondrian y Theo van Doesburg.




En los siguientes dos años se dejaría influenciar por las formas orgánicas procedentes del otro movimiento en boga, además del constructivismo, que es el surrealismo. Se trata de un periodo de síntesis, desde el que evolucionaría tras el conocimiento de Sigmund Freud, y la relación con André Breton y Paul Éluard, hasta esta corriente que explora el mundo del subconsciente a través de los sueños y la imaginación. Un periodo que llegaría hasta 1939, caracterizado por sus representaciones de anamorfosis y los cuadros eróticos, temas tratados con violenta expresividad, muy propios de los acontecimientos vividos en aquel tiempo. Por otra parte, a mediados de los años treinta se había hecho amigo de Pablo Picasso, lo que supuso que sus pinturas recibiesen una fuerte influencia del genio malagueño, entre finales de esa década y principios de la siguiente. El término de la guerra mundial supuso un cambio substancial en el mundo artístico parisino. Luis Fernández iniciaría su etapa poscubista entre 1945 y 1952, que constituye el núcleo más importante de sus obras, encuadradas en tres géneros: naturalezas muertas, retratos y paisajes.




Sin embargo, el periodo de mayor esplendor artístico corresponde a partir de 1952, una etapa de madurez que llegaría hasta 1970. En ella, crearía un estilo que se va a identificar como el suyo propio. Un estilo de síntesis entre el arte contemporáneo y los maestros del pasado, donde se une el verismo del tema, despojado y depurado, junto a un contenido espiritual, una visión intelectualizada del mismo. Luis Fernández creará en este periodo series de cuadros sobre el mismo motivo: una rosa en un vaso, otra sobre una mesa, un cráneo, una vista marina, un barco encallado, conejos, caballos, bueyes, una pareja de palomas o un cráneo con velas. Algunos temas aluden a la muerte, otros se encuentran llenos de religiosidad. La rosa alude a la perfección y la belleza formal. La luz de la vela a la creatividad. En su etapa final, 1970-1973, el artista incide en las constantes de su periodo de madurez, en lo que respecta a la depuración formal, que parece llevarle a la abstracción geométrica, caracterizada por rigor lineal y cromático. 




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