lunes, 13 de mayo de 2024

La pintura de Antoni Tàpies



El Museo Reina Sofía presenta la exposición, ANTONI TÀPIES. LA PRÁCTICA DEL ARTE, organizada junto a la fundación del autor. Constituye la mayor retrospectiva hasta la fecha que reúne más de 220 obras pictóricas, dibujos, esculturas y documentos. Los grandes espacios del museo alojan en su cuarta planta esta relevante muestra, que nos informan de la importancia de uno de los artistas más sobresalientes del arte español e internacional a través de su trayectoria entre 1943 y 2012. Sus obras no dejan indiferente al espectador. Rezuman inspiración y pensamiento profundo, expresado por medio del lenguaje artístico. Definen un creador culto, que reflexiona sobre la condición humana y la espiritualidad, siendo receptivo a las culturas orientales y africanas. Desde joven tuvo presente las formas de grandes artistas como Van Gogh y Picasso, posteriormente, de Joan Miró, Paul Klee y Max Ernst. Al inicio su estilo se ve influenciado por el Surrealismo, al mostrar un mundo fantástico o mágico. Perteneció al grupo Dau al Set junto a Joan Pons y Joan Brossa, contribuyendo a la renovación artística de posguerra. 



A partir de 1953, su pintura cambiaría hacia la experimentación matérica. La superficie del lienzo presentaría texturas densas como un muro lleno de incisiones, marcas, garabatos, perforaciones y otros signos. Al artista le influyó las fotografías de grafitis capturadas por Brassaï en las paredes del antiguo Paris. Una pintura de apariencia abstracta, sin alejarse de la realidad. Pronto llegaría el reconocimiento internacional como una figura destacada de la vanguardia. Las exposiciones en el MOMA de Nueva York, en la Documenta de Kassel, la Bienal de Venecia o de Sao Paulo, y el Guggenheim lo atestiguan. Podemos contemplar algunas de las obras que fueron expuestas en aquellas muestras nuevamente reunidas para esta ocasión. 



Esta temprana fama impulsa la búsqueda de nuevos caminos, que muestran un interés por el objeto convertido en escultura, donde recibe la influencia de Marcel Duchamp. Unos objetos que se incorporan, a veces, al lienzo y sobrepasan la superficie bidimensional. Son objetos desvencijados, fuera de uso, que no apelan al pasado, sin al futuro, que se articulan entre sí y con el lugar en el que se sitúan. Por otra parte, cabría mencionar una serie de cuadros que emplean de manera sencilla el cartón, sin apenas modificar, algunos deteriorados, que cobran una fuerza propia, la artística tras la manipulación del autor. Otro aspecto a destacar en su trayectoria, sería la capacidad sugestiva que tiene el color, obscuro muchas veces, otras claro y llamativo. La experimentación de los años ochenta con los barnices refuerza esta posibilidad.



La obra de Tàpies expresa el compromiso político frente a la dictadura franquista, que le acarrearía un arresto tras su participación en reuniones clandestinas. También cedió obras para sufragar la multas que imponían las autoridades frente a los movimientos de protesta. Un compromiso que se hace explícito en las propias pinturas como aquella que dedica a la memoria de Salvador Puig Antich, un joven anarquista ejecutado por el régimen. Para el autor el arte es una herramienta de denuncia al servicio de la sociedad, y el propio artista, una persona, de esta manera, implicada. Fue consciente, así, según el paso del tiempo de los acontecimientos históricos, la llegada de la democracia en España, la caída del muro de Berlín y la Unión Soviética, y finalmente, la guerra de los Balcanes, que repercutieron en sus manifestaciones artísticas. Unas manifestaciones, que se llenarían de melancolía en las décadas finales por la toma de conciencia de la proximidad de la muerte. Por ello, sin perder la inspiración de su singular estilo evocan el olvido, con referencias a la enfermedad y el dolor.


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