El Museo Thyssen de Madrid presenta la exposición, EL REALISMO ÍNTIMO DE ISABEL QUINTANILLA, la primera retrospectiva de esta artista en España, pues su reconocimiento se produce antes en Alemania, donde participó en la Documenta de Kassel de 1977. De allí proceden la mayoría de las obras de esta muestra. Pertenece al grupo de los realistas de Madrid, formado por cuatro mujeres y tres hombres, que se formaron juntos y se casaron entre ellos. Las mujeres en este grupo ocuparon un lugar destacado, al que rinde homenaje la exposición junto a la protagonista. Sin embargo, el contexto político y social de la dictadura, no fue propicio para ello. Un contexto que relegaba a la mujer a las tareas domésticas, y luego el apoyo al informalismo frente al estilo realista de la pintura. Isabel Quintanilla mostró pronto su talento para el dibujo y la pintura. Junto a su marido, el escultor Francisco López, que había recibido una beca en la Academia Española de Roma, pasan cuatro años en la Ciudad Eterna, tiempo de formación y experiencias. En ella, igualmente, pesan las ausencias, las de su padre, militar republicano que murió preso, la de su madre, que se ganaba la vida con la costura para salir adelante.
Su talento es evidente para el dibujo y la pintura. Trata de captar con precisión los objetos y la naturaleza al mínimo detalle, y bajo la influencia de una luz cambiante, sin ocultar el paso del tiempo sobre ellos. Su estilo, por tanto, es realista, sin pretender emular la fotografía. Las citas de la novela de Rafael Sánchez Ferlosio en la exposición, nos dan una pista en captar lo cotidiano, una realidad que esconde, de todas maneras diferentes significados. La presencia humana está ausente, pero se alude a ella, sin duda, la propia artista y su familia, que habita los espacios y utiliza los objetos. Por eso se dice que es una pintura íntima, en la que participa la artista desde el punto de vista emocional. Pinta bodegones a la manera clásica, pero situados en la época contemporánea: un vaso de Duralex con flores y otros recipientes que exhiben su marca comercial, a la manera Pop. Fascinan los interiores de puertas abiertas que dejan entrever los espacios. También cuando miran por la ventana al jardín del patio, un tema recurrente. En los patios prima el recuerdo de su estancia romana, bajo la influencia de las villas antiguas. Por otra parte, algunos objetos de esos interiores aluden a la actividad artística de su habitantes.
Isabel Quintanilla pinta igualmente paisaje, natural y urbano. Entornos que conoce y habita por su experiencia personal, como son los de la Comunidad de Madrid y Extremadura. Realiza, entonces, perspectivas que se pierden en el horizonte, según su propia atmósfera. Las urbanas, de la capital de España y de Roma, son realizadas desde una punto alto de vista. El cielo ocupa gran parte del lienzo, o la mitad del mismo si es un paisaje natural. Podemos decir que no vemos a la artista en el recorrido de su obra que realiza la exposición, salvo el Autorretrato de 1962, sin embargo, su mirada y su personalidad, nunca se ausentan de las imágenes. Las pinturas del interior de sus casas, los patios, las vistas de las ciudades y los campos, muestran a la mujer que los observó y los traspuso al lienzo en un tiempo determinado. Ese tiempo ha pervivido de esta forma. Nosotros, el espectador actual, nos asomamos a esos objetos y lugares que ella percibió con profunda emoción, y que nos desvela a través del arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario